La casa de Liljecrona by Selma Lagerlöf

La casa de Liljecrona by Selma Lagerlöf

autor:Selma Lagerlöf [Lagerlöf, Selma]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1911-01-01T00:00:00+00:00


EL PÁRROCO FINÉS

¡Qué desastre! Maja Lisa no pudo evitar pensar en su madrastra. No se la pudo quitar de la cabeza en toda la mañana y, aunque sabía que estaría ocupadísima haciendo velas en Lövdala, no podía evitar dar un respingo cada vez que alguien abría una puerta, por temor a que la mujer entrara por ella y viese lo mal que se estaba portando.

¡Sería terrible que supiera que había dormido hasta las ocho de la mañana! Y peor aún: que su tía la había tratado tan bien que incluso había venido a traerle café a la cama, a pesar de que Su Majestad el Rey, en esta época, prohibía tomar café. Su madrastra era de las que seguían al pie de la letra todas las órdenes del Rey. Seguro que se habría indignado tanto que las mejillas se le habrían puesto más que coloradas.

O, si su madrastra hubiera visto que su tía ese día dejaba todo lo que tenía que hacer para sentarse en el banco entre la ventana y la amplia mesa para hablar con ella. O si hubiera oído reír a su tía cuando le contaba cosas de su madrastra y sus fechorías. Porque ahora, después de haber descansado, el llanto había quedado atrás y, no solo eso, sino que se reía de todos sus problemas. Seguramente su madrastra esperaba que su tía la tratara de la misma manera que ella lo hacía. Si hubiera sabido que se equivocaba se habría enfado y mucho.

Sin embargo, de habérsela encontrado a solas junto a su tía, no habría pasado nada. De haber llegado un poco más tarde, la cosa habría sido mucho peor.

A media mañana, llegó un viajero a la posada. Maja Lisa se apresuró a volverse hacia la ventana y vio a un hombre alto y apuesto que se bajaba de un pequeño trineo pintado de verde.

Iba vestido con ropa de lana cardada tejida en casa, tan clara que era casi blanca, y no llevaba pelliza, así que, por el modo en que estrechó la mano del posadero, se dio cuenta de que se trataba de un caballero.

Su tía estaba tan acostumbrada a los viajeros que ni siquiera se molestó en mirar. Maja Lisa tuvo que pedirle que se acercada a la ventana para hacerlo. En ese momento, le preguntó si sabía quién era aquel hombre tan apuesto.

Por suerte, su tía lo sabía. El que se encontraba allí fuera era el párroco de Finnerud, el pastor Liljecrona.

Ojalá hubiera estado allí su madrastra para ver el respingo que dio Maja Lisa al oír quién era el forastero. Su tía también se dio cuenta y sintió curiosidad. A la joven no le importó contarle a su tía, que era muy comprensiva, la historia de la torta salada y el sueño. Hubiera sido imposible contarle esa misma historia a su madrastra. Lo único que hubiera hecho sería mover la cabeza con desdén.

Su tía, en cambio, se lo tomó muy en serio.

—No sería un mal partido si pudieras conseguirlo —dijo—. No solo es guapo, también es un hombre bueno.



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